
[Del artículo «Pieter Hugo’s best photograph: the hyena men of Nigeria», aparecido en The Guardian:] «Los hombres de las hienas itineran: nunca pasan más de dos días en ninguna parte. Yo los encontré en un pueblo de chozas cerca de Abuja, la capital. […] Resultó que no eran cobradores de deudas —eran más bien pregoneros, cuentacuentos tradicionales que actuaban en las calles y vendían pociones al final […]. El espectáculo era difícil de olvidar. […] Batían tambores para atraer gente, y quitaban los bozales a las hienas. Luego metían los brazos e incluso las cabezas en las fauces. […] Algo muy raro ocurría entre ellos y las hienas, que rayaba en el sadomasoquismo. A estos animales los habían sacado de su medio cuando eran cachorros. No podían regresar. Su alimentación dependía por completo de los hombres. Y el sustento de los hombres dependía de ellas. Se necesitaban mutuamente, pero no era una simbiosis fácil.»