Del reporte del fiscal especial, conocemos lo que William Barr, un subalterno de Trump, quiso dar a conocer. Mañana, al fin, se publicará el reporte original, aunque con supresiones. ¿Habrá alguna revelación importante?
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Este jueves 18 de abril, el Departamento de Justicia de Estados Unidos hará público el reporte de Mueller. En él, el fiscal especial Robert S. Mueller III presenta las conclusiones de la investigación que encabezó sobre la injerencia de Rusia en las elecciones presidenciales de 2016 en ese país. Interesaba saber, sobre todo, si la campaña de Donald Trump se había asociado con el Gobierno de Putin para inclinar la balanza a favor del republicano.
[Esta otra entrada explica en que consistió la intervención rusa y los antecedentes, el alcance y los resultados penales de la investigación.]
En un documento breve que presenta las mayores conclusiones del reporte, el encargado de ese Departamento, William P. Barr, citó a Mueller para anunciar que «[…] la investigación no demostró que algún miembro de la campaña de Trump conspirara o se coordinara con el Gobierno de Rusia en las actividades de interferencia electoral […]».
Mueller también investigó si el Gobierno de Trump obstruyó a la justicia en lo relativo a esas pesquisas. De acuerdo con Bill Barr, Mueller describe en su reporte los hechos relativos a la investigación sobre obstrucción pero no llega a ninguna conclusión legal. Y lo cita: «[…] si bien este reporte no concluye que el presidente cometiera algún crimen, tampoco lo exonera».
En este caso, dice Barr, le correspondía a él mismo determinar si «[…] la conducta descrita en el reporte constituye un crimen». Barr concluye que la evidencia no basta para probar que el presidente obstruyó a la justicia.

Cortesía del Departamento de Justicia de los Estados Unidos
Mueller descarga a Trump y su equipo de las acusaciones de colusión. Barr hace lo propio en cuanto a la obstrucción a la justicia.
La redención legal no equivale sin embargo a una redención política y moral. Apenas publicó Barr sus conclusiones sobre el reporte, Trump y los medios afines a su Gobierno buscaron adueñarse del discurso y modelar la opinión pública. En televisión, radio e internet, resuenan sin parar las palabras del presidente: «No collusion, no obstruction».
Para la izquierda, en cambio, hasta que no se conozca el reporte completo, será imposible eximir al presidente. Tiene algo de razón. ¿Qué tal si las numerosas piezas del fiscal especial formaban un rompecabezas entero de colusión, salvo por el rostro de Trump? ¿Qué peso cobraría el caso si lo único que faltara es un eslabón? Algunos integrantes del equipo de Mueller han dicho que el resumen de Barr no hace justicia al reporte y minimiza sus conclusiones. En cuanto a la obstrucción, quien exonera a Trump es uno de sus colaboradores. Barr fue designado por el presidente. Si en su sitio hubiera estado un demócrata, ¿habría sido distinta la resolución?
Y si bien el Departamento de Justicia ha presentado sus conclusiones y en este sentido ha cerrado el caso, el Poder Legislativo y, particularmente, la Cámara Baja, en manos de los demócratas, tienen facultades para seguir investigando a Trump. De hecho, lo están haciendo. El día de ayer, dos comités de esa cámara requirieron formalmente una serie de documentos de Deutsche Bank, una de las entidades crediticias favoritas de las empresas de Trump. Investigan «‘el uso del sistema financiero con fines ilícitos’, sin descartar la participación potencial ‘del presidente y sus socios'». Y hace unas semanas, el Committee on Ways and Means solicitó a la oficina de impuestos, IRS, las declaraciones fiscales personales y de negocios de Donald Trump correspondientes a seis años. El reporte de Mueller podría dar a los representantes demócratas y la izquierda en general nuevos argumentos para seguir investigando a Trump y municiones para debilitarlo de cara a las elecciones de 2020.
La versión del reporte de Mueller que saldrá a la luz mañana a primera hora no es completa. Estará editada a fin de no revelar información delicada. Bill Barr y su equipo habrán tapado con distintos colores el contenido propio de cuatro categorías:
- La información que esté en manos de un grand jury, es decir un jurado facultado para realizar procedimientos judiciales e investigar. Normalmente, este tipo de información es secreta;
- Datos que puedan poner en riesgo a informantes y aliados extranjeros, entre otras fuentes y métodos;
- La información que pudiera afectar otras investigaciones, «[…] incluyendo las que se han derivado de la de Mueller», y
- Contenidos que pudieran «[…] invadir la privacidad y dañar la reputación de ‘terceros periféricos'». [NYT]

La aplicación de estos criterios será objeto, por supuesto, de reclamos y debates, sobre todo si se tiene en cuenta que el encargado de ponerla en práctica forma parte del Gobierno de Donald Trump.
En las semanas siguientes, el debate girará en torno a la amplitud y la pertinencia de las ediciones que haga Barr; las revelaciones que, a pesar de los taches, pudiera hacer el reporte, y las investigaciones paralelas.
Trump y su equipo han cantado victoria pero, al mismo tiempo, se preparan para una batalla mayor.
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