Extracto de I. Ortiz Monasterio, «Jean Toomer’s ‘Kabnis’ and the Language of Dreams», The Southern Literary Journal, vol. 38, núm. 2, 2006, págs. 19–39.
Ante todo, un sueño es una ilusión, algo que ocurre en la mente de la persona que duerme. Los sueños no son reales, son obra de la fantasía, pero “perceptivamente, al durmiente le parecen siempre reales” (Antrobus 98). Los sueños son visuales: están hechos de imágenes claras y brillantes (íbid.), pero en ellos hay también percepciones de otros tipos. Se «oyen» sonidos, los objetos se «tocan». A veces, más que la percepción en sí, lo que aparece es su significado. Así, sin escuchar necesariamente las palabras, la persona entiende lo que le dicen.
También ocurre que el soñador tiene pensamientos y emociones, algunas de ellas intensas. Quien sueña, por ejemplo, puede ver a un extraño en la cocina y sentir mucho miedo. Las emociones asociadas a los sueños son en su mayoría negativas. Con frecuencia, constituyen la extensión de emociones recientes, cosas que sintió la persona durante el día, pero, como creía Freud, también se puede tratar de emociones largamente reprimidas.

Aunque no albergan historias propiamente, los sueños asemejan fábulas, «series de imágenes cuyo desarrollo equivale a un drama más o menos continuo” (Grison 960). Este drama y sus elementos (los personajes, sus emociones, pensamientos y actos; los lugares; los objetos; la relación que guardan) rara vez son normales y lógicos desde el punto de vista de la conciencia. Gente, objetos y hechos extraños surgen y desaparecen; las identidades varían de una escena a otra; diferentes personajes representan facetas distintas de un mismo individuo. Nada puede darse por descontado. Para Freud, la rareza de los sueños disimulaba ideas y sentimientos aterradores (Antrobus 100).
El soñador se sumerge por completo en la lógica de los sueños, en su «dramaturgia espontánea y descontrolada».
No importa cuán extrañas, retorcidas o irreales sean las imágenes, difícilmente sorprenden al soñador. Aun su propia conducta y apariencia le resultan normales. Y ni el discernimiento ni la fuerza de voluntad toman parte en sus acciones. El soñador se sumerge por completo en la lógica de los sueños, en su «dramaturgia espontánea y descontrolada» (Grison 960).
Sigmund Freud la renovó, pero la interpretación de los sueños se remonta a la antigüedad. Para muchas culturas clásicas, los sueños facultaban una visión de «lo otro» —de espíritus, lugares y tiempos distintos de los propios—. En cambio, para Freud, los sueños proponen una visión interior, la imagen de uno mismo. Los sueños contienen significados ocultos. El lenguaje de los sueños es, en suma, simbólico.
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OBRAS CITADAS
- Antrobus, John. “Characteristics of Dreams.” Encyclopedia of Sleep and Dreaming. Ed. Mary A. Carskadon. New York: Macmillan, 1993.
- Barasch, Frances K. “Theories of the Grotesque.” Encyclopedia of Contemporary Literary Theory. Ed. Irena Makarmyk. Toronto: U of Toronto P, 1993. 85–89.
- Grison, Pierre. “Fuego.” Diccionario de los símbolos. Ed. Jean Chevalier and Alain Gheerbrant. Barcelona: Herder, 1999. 511–514.
- Manfred, Weidhorn. “Dream.” Dictionary of Literary Themes and Motifs. Ed. Jean-Charles Seigneuret. Wesport, CT: Greenwood Press, 1988.
